
CHICARICA
Dentro de la riquísima, e imparable, escena pop chilena que se viene cocinando de unos años para acá, Chicarica es uno de los grupos que están dando muestras de un potencial a tener realmente en cuenta. Tan interesante cuarteto de investigadores de la heterodoxia slowpop parte de un enfoque cuyas señas de identidad brotan de una máxima: la conjugación policromática de ritmos y falanges electrónicas cuajadas a velocidades que acaban por perder toda noción de avance en línea recta.
Para llegar a tan hipnótica fórmula final, Chicarica han ido quemando fases lentamente, desde que, en 2015, publicaron sus primeras muestras oficiales discográficas, orientadas por metodologías pop que jugaban con la psicodelia y cierto deje tropicalista; eso sí, a años luz de la profunda inmersión tridimensional con la que han afrontado su primer larga duración, fruto de un proceso continuo de aprendizaje y autodescubrimiento para el cual han necesitado seis años de pequeñas y continuas metamorfosis.