Con su reciente EP, “Solo Pasiones…” (Elefant, 2021), Rebe ha abierto una brecha en el panorama pop que va más allá del indudable valor artístico que atesoran sus canciones. Descaro y ansias de estrellato, nutridas desde un eje de acción que busca el erotismo de las formas y una matrioska musical donde caben paralelismos con Jeanette, María Jiménez, pero también con el sonido retrofuturista del Sello Ghost Box y pioneras del pop hipnagógico como María Minerva.
Para llegar a este punto subliminal de fronteras creativas, Rebe ha sufrido varias revelaciones. Desde que abandonó su proyecto como Luli Rebe & Sus Xocolatinas a lo que es hoy en día, se ha dado un hecho principal: “La revelación ha sido que he dejado de ser buena”, explica ella.
Una de las acepciones más utilizadas en torno al bizarro imaginario multicolor desplegado por Rebe es “kitsch”. Ya sea en videoclips como “La más wapa del bar” o en portadas como la de su reciente disco, siempre asoma un punto de divergencia con el resto del planeta pop, que entronca más con una versión libidinosa de la estética new romantic que con la sosa normalización de los estereotipos que definen el planeta pop de hoy en día.
Del brainstorming lo-fi cuajado en su primer LP, “Recuerdos de cuando me aplastó una roca y me morí” (Jeanne D’Arc / Snap! Clap! Club!, 2019), a la estimulante exuberancia onírica desplegada en “Solo pasiones…”, se han depurado las formas dentro de una evolución tan radical como las vividas por figuras femeninas del post-punk original como The Raincoats o Lizzy Mercier Descloux. De hecho, más que dos años da la impresión de que han pasado diez, como mínimo.